La reflección más pura de la conciencia es la que se logra en la comprención de saber que cada acción en nuestras vidad, tendrá una consecuencia consecutiva.

lunes, 12 de agosto de 2013

COMERCIALISMO,VIDA Y REALIDAD






Que puedo yo inferir sobre este mundo que converge en la caótica confusión, de mil pensamientos unísonos que  se unen y se entrelazan mezclándose, para después confundirse en este sopesar cotidiano, distante de toda abstracción, más que la de esta... vivencia incolme de bendiciones y avaricias, que tan solo nos deja  el estadio de sabernos existentes y sumergidos en un mar de contradicciones verdaderamente aparentes, como aquellas  película de ficción que resultarían ser ha primera vista  tan real... sumamente verdadera para la conciencia  como la verdad en sí misma;  que nos siega y nos dilata como hierro apenas fundido y sin colar, ¿falsedad o pura quimera imaginaria e utopía, sumergida en una  realidad primera... en una realidad de segunda mano?  y  de la cual,  ni  el mejor pintor la ha  logrado plasmarla  en su totalidad en alguno de sus lienzos, lo cierto es que  la realidad  con su  plenitud que la caracteriza se le escapa de entre las  manos por su efecto de contradicción previamente aparente,  pero esto es la vida del acontece circundante... aquí  el  tiempo transita en las manecillas del  reloj universal del momento, del aquí y del ahora, del instante y en donde mis pensamiento le intenta robar un minuto, o tan solo  un segundo ha  esta realidad caótica, que se hace presente en  las puertas  de este caluroso y aparatoso  centro comercial, que gira y se mezcla entre los conteos de las existencias inexistentes mientras oscilan suavemente con su  vay ven comercialista, poco cauteloso y falto de todo disimulo moral entre los cambios de precios y las ofertas que tan  solo son ganchos ilusorios y quiméricos de un mejor aquí, mientras aquellas vitrinas de cristal bien pulimentados por tanta limpieza y por tanta ansiedad de compra y venta, esconden  el deseo de   arrastrarnos  y   absorbernos   con su mana de  encantamiento seductor, con su brillante color flourecente que  nos precede el deseo de vernos aquí, envueltos en papel celofán y colapsados por los moños de listón celo seda que nos cobijan, como hermosos regalos.

 Seducción que se denota desde  la entrada, en la gala, en el lujo y en la comodidad de obtención del ¿por qué yo no de posesión? Esta seductora idealización de nuestra mente,  es la que nos hace presas, invitándonos ha comprar cuanta baratija caiga en nuestras manos, pero la seductora imagen que tenemos de un centro comercial no va sola, no desemboca en el deseo puro de visión, sino va más allá de la anticipación misma de obtención, ya que es esta atracción fatal la que nos dejan  aquellas imágenes que sé muestras en   la conciencia de la reflexión... estas  miles de imágenes que se aglomeran y se aglutinan en cada una de nuestras neurona,  pues fueron puestas aquí con cautela  por la   televisión, que con su  hechizo ficticio engaño a nuestras sensaciones, para que no vean, para que no escuchen, para que no huelan, para que no sientan, y solo nos dejemos lleven  por lo inverosímil  de lo visto y apenas conocido, pues  en este centro comercial  somos presas de este    mundo  de baratijas seductoras, que logran atrapar  al visionario y al profeta en el calvario, y en donde el filosofó solo observa y calladamente deduce, pues necesita tanto de estas imágenes, como la imagen misma necesita de sus  antenas parabólicas, para poder ser transmitida a todo este mundo llamado tierra, que se ilumina y se apaga con el reflejo “ creador” de la imagen del telemarketin y el retín de la tele audiencia que grita gol, o que solo sufre aquello  que sucumbe en las novelas.

Mientras tanto, las imágenes penetran en nuestra conciencia, las luces flourecentes nos relampaguean en las pupilas de los ojos que disimuladamente contemplan todos los aparadores repletos de montones de cajitas blancas, plateadas, doradas, de colores aparatosos, de molduras sin iguales, de formas inauditas, y que mandan miles de mensajes  ha nuestra conciencia del ego, del yo y del súper- yo,  quienes  destapa nuestro inconsciente imponiéndonos aquellos viejos comerciales de coca cola, de marcas  de cigarrillos, de alcohol o simplemente de aparatos domésticos y revistas de primer impacto, que nos llama la atención con su dulce color amarillista y sus notar rojas que nos inducen el corazón y sosiegan por un instante la locura de nuestra razón que jira, entre la verdad y la falsedad... 


LA ENTRADA A  LA FIESTA QUIMERICA DEL MUNDO DE LA APARIENCIA


Lo cierto, es que entrar a un centro comercial resultaría ser toda una fiesta de luz y color, de música y sonidos que se mezclan con su crac... crac, con su dulce olor a nuevo y a novedoso como si la novedad estuviera aquí realmente, en las puertas del pop y la moda, del lujo y la mediocridad que resultarían a primera vista verdaderamente jugosas o apetecibles,  versátilmente inductoras de toda nuestra ciencia, mientras nos preguntamos,   ¿realmente será bueno este producto que acabo de adquirir? Para luego inferir “ espero que funcione como en el comercial... y pueda bajar estos kilitos de más que tengo” pero nuestro consuelo se aletarga cuando ponemos nuestra empobrecida fe, en esos comercialillos cucos de segunda mano, que le cortan aquí, le editan allá, y le aplican más allá,  para que peguen fuerte en la audiencia televisiva, pues al fin y al cabo, nuestro consumo paga sus impuestos, sus cuotas de venta  y ha sus pobres trabajadores, que tienen que repetir una y mil veces frases como la siguiente:  “ si en verdad... este producto para las várices es realmente bueno, fíjese que una tía mía lo esta usando y dice que  es eficaz” pero aquí yo me pregunto ¿el consumidor no se quiere dar cuenta, o no se da cuenta?  que el trabajo de este empleado que vive en la miseria al igual que él, es... vender.

Esta reafirmación  contradictoria del vendedor al cliente, logra que  el comercial adquiere vida propia, y nos potencia a nosotros como consumidores a seguir creyendo en esto producto que acabamos de comprar y que es maravilloso... sin pensarlo dos veces para leer las instrucción del producto y deducir por propia cuenta si aquel producto es bueno o no,  el cliente saca el dinero de su bolsillo paga y se va  con la certeza de que en verdad sirve aquel producto que compro, esta mentira piadaza resultaría ser más fuerte y verosímil por la fe que pone el comprante, que por los resultados reales del producto que acaba de consumir. 

A esto yo infiero ¿ qué tan verdadera es la verdad, cuando cabe la posibilidad de la duda? Pese y ha sabiendas de que nos están timando, nos dejamos llevar por las palabras inocentes de aquel vendedor no tan inocente, que lo único que hace es hacer bien su trabajo, pues le pagan 50 centavos o un peso más en su quincena, por cada producto de segunda o tercera calidad que venda, promovido ojo de antemano por la televisión, el radio o cualquier medio de difusión masiva... ruin... tal vez así sea, pero este hombre o aquella pobre mujer también comen, también viven en este mundo lleno de contradicciones aparentes y materialistas, y en donde la sociedad parece que se mide por cuantos productos de marca tengamos en casa, o que ropa, calcetines, cremas, etc de marca usemos... pareciera que nuestra sociedad moderna mide el estatus social por la demanda de consumo, más que por la calidad de vida social.

Pero que sucede con la demanda,  5 días después regresa  el cliente de nueva cuenta a la tienda, para reclamarle al vendedor que su producto maravilloso en vez de hacerle perder peso gano 6 kilos más, pero ¡OH! Sorpresa  aquel vendedor amable del domingo pasado ya no trabaja más en aquel centro comercial, pues fue despedido dos días antes por haberle dicho la verdad a un cliente o simplemente, ya no trabaja allí, por el sueldo tan miserable que le pagaban, y es aquí cuando pensaríamos que este es en  verdad  el mundo materia en donde vivimos, y  en donde cosas como la verdad... no existen, más que para el bien personal, es  lógico pensar que si no se gana en esta lucha mercantil, entonces se pierde... y ni al centro comercial, y mucho menos a  los empleados que trabajan aquí, les interesas tú como persona, sino simplemente ven en ti, - los trabajadores su quincena, y el centro comercial sus ganancias-  pero volvamos de  nueva cuenta con este estatus consumista, el cliente al ver que su demanda no dio resultado manda a llamar al gerente, quien en pasiva  furia trata de tranquilizar al desanimado consumidor ofreciéndole cualquier otro de sus productos, el cliente al verse halagado por el gerente, sede ante la compra inminente de otro nuevo producto para lo mismo pagando más que por el anterior, o simplemente decide llevarse cualquier otra cucheria que ni para el caso.

Esto no es un cuento de nunca acabar, pues tan siquiera los cuentos acaba, pensando lógicamente deduciríamos que el cliente ya no va volver a caer en el truco, pero que pasa,  que dos días después sale en la televisión otro producto maravilloso que cura todo, cura desde el moquillo para el perro hasta las estrías, y que descubrimos, pensaríamos que la gente que fue timada por aquel producto de la  semana pasada, que salió en la televisión (por cierto) ya se dio cuenta de que este producto no era tan bueno, y pensaríamos que la tele audiencia no  va ha  volver a creer en este otro nuevo producto llamado X, pero no, esto no pasa, pues al siguiente día o en cuento tienes oportunidad de ir al centro comercial, vas por aquel nuevo producto que esta de moda y que quita todo hasta mezquinos, y vuelves a caer en el truco del mercadeo, del comercialismo y de las imágenes, que hacen presa tu subjetividad y te vuelven objeto de consumo a ti mismo. 


CONTINUARA….

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